20 octubre, 2009

① Gran Sertón: Veredas / João Guimarães Rosa

➻ Será como depositar otro grano de arena en la playa, pero no me importa. Esa lógica ligada a la angustiante razón no tiene porqué entrar en mi juego.

Aún no la termino, y siento que debo decir algo al respecto. De João Guimaraes Rosa no más de lo que pueden leer acá. De Gran Sertón: Veredas; que es extraordinaria.

A través de Riobaldo —yagunzo bueno, como me gusta decirle (yagunzo: “un valentón asalariado que está ligado a la idea de prestación de servicios, típica en la disputas grupales o familiares” según Antonio Cándido)→ definición leída en la contratapa del libro editado por Adriana Hidalgo, cuya excelente traducción estuvo a cargo de Florencia Garramuño y Gonzalo Aguilar—, decía que a través de Riobaldo y su monólogo permanente —Guimarães no da tregua, aunque paradójicamente la novela es una tregua en sí misma—, a través del narrador, Riobaldo y su relato mítico contado a un médico de ciudad, comenzamos a adentrarnos en la cosmogonía del Sertón o Sertão; vasta región geográfica semiárida del Nordeste Brasileño.

Comenzamos a revivir las aventuras y peripecias de su vida pasada en aquella región de Brasil a medida que Riobaldo va dando cuenta de los hechos, sucesos e imprevistos tanto externos como internos que le han ido sucediendo.

Hay algo muy lindo en esta novela, algo que a mí me conmueve especialmente; son los instantes en que Riobaldo detiene todo para hacer hincapié en su condición de hombre creyente, en su cualidad espiritual. Las derivas acerca de los pliegues de la naturaleza son fenomenales. Riobaldo es un impresionista emocional en constante disputa consigo mismo y los peligros o demandas “reales” de quienes lo rodean; yagunzos como él. Sin embargo estos “yagunzos como él”, no son exactamente como él.

Exceptuando a su querido amigo Diadorim, de quien Riobaldo parece a veces estar muy enamorado —hay una tensión constante con respecto a la homosexualidad en esta novela, y pese a que en un momento Riobaldo se encarga de aclararlo o desmentirlo, aduciendo que ama a Diadorim pero que la sodomía es cosa de invertidos, el tema no se desvanece—. Para mí Riobaldo es homosexual.

Riobaldo adjudica todo el saber que posee acerca de las propiedades características de la naturaleza a las enseñanzas de Diadorim, a sus observaciones de la misma. Diadorim para Riobaldo es como la luna para la tierra, y es en él en quien encuentra un contrapunto ideal para avanzar entre lo amorfo del recuerdo.

Decía que aún no la termino. No me falta tanto. Esta novela es un clásico, una obra de genio. Búsquenla, y no tengas dudas a la hora de pagar lo que cuesta. Sigo leyendo…

Otra interesante reseña acá.

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